Hace poco estaba en una reunión y una de las personas
presentes preparaba una lista para enviar una virgen o una cruz, no recuerdo
bien, a que hiciera peregrinación por las casas de las participantes a dicho encuentro
social, diciendo que el elemento en cuestión estaba bendecido y
que estaba bueno para los que estuvieran con problemas ya que haría el milagro
de mejorar la situación.
Le pregunté a alguien que ya había tenido el objeto, qué le
había parecido y qué tal le había resultado, me respondió un lacónico: “no sé, quizá
no tengo suficiente devoción”, o sea que el mentado milagro, sea cual fuere su
problema, no había ocurrido.
Por otro lado se había designado un siguiente receptor del
objeto milagroso, pero resultaba que, en consenso, había una persona en el
grupo que la necesitaba más, cuando dije que se hablara con quien tenía que
recibirlo para ceder su turno a la persona que lo precisaba, me dijeron que no porque
el receptor designado se iba a enojar y no era el caso hacer lío, que ya se
vería como se hacía llegar el objeto de devoción a esta persona con problemas
sin hacer olas.
Todo este tema me dio un cierto asquito, la persona que me dijo que “quizá no tiene
suficiente devoción” es una persona de acciones correctas, que trata de mirar y
ayudar a quien lo necesita, es buena amiga y persona solidaria, como pocas he
conocido. Y por otra parte, quien es tan “devoto” que no es capaz de ceder su
turno a quien lo precise, obviamente la devoción no le sirve para ser buena
persona.
Los objetos de devoción religiosa, no distan mucho de las patas de
conejo y tréboles de 4 hojas, son cosas que utilizamos para canalizar la
energía en el momento de tratar de materializar un pensamiento. Pero si yo
tengo algo que, yo creo, me ayuda a hacer mi vida más llevadera y compartirlo con alguien
que lo necesita, no me supone enfermar, morir de hambre o morir, no veo más que
egoísmo en no hacerlo.
Esto tiene, o quizá no, relación con algo que aconteció hace
poco en el colegio de mis hijos.
Los chicos hacen una “visita solidaria” al año, este año
iban tres grados juntos a Yataity, pero uno de los grados quería desviar hasta
Villarrica para visitar un orfanato, no estaba mal la idea, pero esto suponía
alargar el viaje y que algunos profesores que acompañaban a los grupos, por ejemplo, no llegasen a tiempo
para cumplir con sus actividades laborales, con lo cual perderían el salario de
un día, sin embargo cuando dos de los grados decidimos que seguiríamos con el
plan establecido por el colegio, algunas personas del grado de la idea de ir a
Villarrica se dedicaron a llamar para dejar en claro que nos veían como grupos
poco solidarios. Ahora bien, ¿de qué solidaridad me hablan, cuando yo no puedo
mirar al que tengo cerca, de qué sirve que me vaya lejos a hacer solidaridad si
con la persona que veo todos los días y enseña a mi hijo no soy capaz de
hacerlo?.
¿Sirve de algo, ir a misa, culto, o como se llame; tener vírgenes,
cruces o patas de conejo si no soy capaz de mirar al prójimo (próximo) y ser
solidario con él?
¿Sirve de algo ir allá
leeeeeeeeeeeeeeeeeeejos a llevar ropas,
comida o lo que me sobre si no soy capaz de considerar las necesidades del
prójimo (próximo) y ser solidario con él?
Creo que la devoción y la caridad lejana solo sirven para
creernos buenos, pero nada aportan cuando no hay capacidad de renuncia, de
solidaridad y de caridad para con quien vive al lado nuestro, creo yo.