domingo, 7 de julio de 2013

Entre la Devoción y la Acción


Hace poco estaba en una reunión y una de las personas presentes preparaba una lista para enviar una virgen o una cruz, no recuerdo bien, a que hiciera peregrinación por las casas de las participantes a dicho encuentro social, diciendo que  el elemento en cuestión estaba bendecido y que estaba bueno para los que estuvieran con problemas ya que haría el milagro de mejorar la situación.
Le pregunté a alguien que ya había tenido el objeto, qué le había parecido y qué tal le había resultado, me respondió un lacónico: “no sé, quizá no tengo suficiente devoción”, o sea que el mentado milagro, sea cual fuere su problema, no había ocurrido.  
Por otro lado se había designado un siguiente receptor del objeto milagroso, pero resultaba que, en consenso, había una persona en el grupo que la necesitaba más, cuando dije que se hablara con quien tenía que recibirlo para ceder su turno a la persona que lo precisaba, me dijeron que no porque el receptor designado se iba a enojar y no era el caso hacer lío, que ya se vería como se hacía llegar el objeto de devoción a esta persona con problemas sin hacer olas.
Todo este tema me dio un cierto asquito, la persona que me dijo que “quizá no tiene suficiente devoción” es una persona de acciones correctas, que trata de mirar y ayudar a quien lo necesita, es buena amiga y persona solidaria, como pocas he conocido. Y por otra parte, quien es tan “devoto” que no es capaz de ceder su turno a quien lo precise, obviamente la devoción no le sirve para ser buena persona.
Los objetos de devoción religiosa, no distan mucho de las patas de conejo y tréboles de 4 hojas, son cosas que utilizamos para canalizar la energía en el momento de tratar de materializar un pensamiento. Pero si yo tengo algo que, yo creo, me ayuda a hacer mi vida más llevadera y compartirlo con alguien que lo necesita, no me supone enfermar, morir de hambre o morir, no veo más que egoísmo en no hacerlo.
Esto tiene, o quizá no, relación con algo que aconteció hace poco en el colegio de mis hijos.
Los chicos hacen una “visita solidaria” al año, este año iban tres grados juntos a Yataity, pero uno de los grados quería desviar hasta Villarrica para visitar un orfanato, no estaba mal la idea, pero esto suponía alargar el viaje y que algunos profesores que acompañaban a los  grupos, por ejemplo, no llegasen a tiempo para cumplir con sus actividades laborales, con lo cual perderían el salario de un día, sin embargo cuando dos de los grados decidimos que seguiríamos con el plan establecido por el colegio, algunas personas del grado de la idea de ir a Villarrica se dedicaron a llamar para dejar en claro que nos veían como grupos poco solidarios. Ahora bien, ¿de qué solidaridad me hablan, cuando yo no puedo mirar al que tengo cerca, de qué sirve que me vaya lejos a hacer solidaridad si con la persona que veo todos los días y enseña a mi hijo no soy capaz de hacerlo?.
¿Sirve de algo, ir a misa, culto, o como se llame; tener vírgenes, cruces o patas de conejo si no soy capaz de mirar al prójimo (próximo) y ser solidario con él?
¿Sirve de algo  ir allá leeeeeeeeeeeeeeeeeeejos  a llevar ropas, comida o lo que me sobre si no soy capaz de considerar las necesidades del prójimo (próximo) y ser solidario con él?
Creo que la devoción y la caridad lejana solo sirven para creernos buenos, pero nada aportan cuando no hay capacidad de renuncia, de solidaridad y de caridad para con quien vive al lado nuestro, creo yo.