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lunes, 25 de diciembre de 2017
sábado, 30 de septiembre de 2017
NOSOTROS, LA GENERACION DEL TEMOR Y EL DESCONOCIMIENTO
Hace unos días
hablaba con alguien sobre las cosas que hay que contar a los hijos, lo que hay
que mostrar a los hijos, lo que nuestros hijos escuchan sobre nosotros y la
opinión que ellos pueden, o no, tener de nosotros.
Como dice Pilar
Sordo, nosotros somos la generación del TEMOR, temíamos a nuestros padres y hoy
tememos a nuestros hijos, el problema es que también somos la generación del
DESCONOCIMIENTO, no hemos tenido suficiente información de nuestros padres para
conocerlos a fondo, y nos cuesta conseguir la información necesaria para
conocer a profundidad a nuestros hijos.
Si tenemos la
fortuna de tener una comunicación fluida con nuestros hijos, cosa que no la
tenemos todos ni con todos nuestros hijos, por cuestiones de afinidad,
competencia, etc., tenemos una perspectiva más o menos clara de quienes y qué
son nuestros hijos.
Nosotros somos la
generación de la lectura, donde había que “leer” a las personas e “interpretarlas”,
como con un libro, y asumamos, nuestros padres, en general, nos daban la mínima
información posible y nosotros tampoco nos esforzábamos por informar más allá
de lo que considerábamos absolutamente necesario para una supervivencia
familiar cómoda.
Con nuestros
hijos la cosa es distinta, ellos nacieron en la época del audiovisual, las
computadoras y los teléfonos celulares, ellos no precisan “leer e interpretar”
y nosotros nos hemos vuelto más abiertos en nuestro rol de padres, de tal
manera que ellos nos “ven” tan claramente como una película y sólo tienen que
interpretar los pequeños detalles, para nuestros hijos somos transparentes, lo
cual, desde mi óptica, es bueno, ya que no se conforman con lo que escuchan o
con lo que “leen”; ellos miran y observan, saben perfectamente que teclas tocar
para conseguir lo que quieren.
Así mismo, saben
perfectamente quienes y qué somos, sin importar la información que terceros les
aporten, nuestros hijos observan cada minuto de nuestra vida, nuestro accionar;
ellos son jueces implacables de sus padres y la evidencia que usan es lo que
ven en nosotros y saben perfectamente, cuando nos preguntan algo, si la
información que nosotros compartimos con ellos es real o es una falacia.
Esto nos pone a nosotros
los padres en una posición que nos obliga a ser honestos con ellos y nosotros
mismos, ya los secretos no tienen cabida, y cuando la tan temida pregunta
llega, sea cual fuere ésta, estamos obligados a decir la verdad, porque si
mentimos u ocultamos ellos lo sabrán…, aunque nosotros no lo queramos.
También así habrá
cosas, sobre nosotros los padres, que nuestros hijos deberán conocer de nuestra
boca, porque no perdonarán la mentira u ocultamiento. Nuestros hijos, si fueron
educados dentro de la honestidad y la sinceridad, sabrán perdonar y entender
todas esas cosas que nosotros, sus padres tememos tanto contar, porque ellos ya
lo llevan viendo hace mucho en nosotros; nuestros hijos saben mejor que
nosotros mismos quienes y qué somos, tienen la película clarísima y es un inmenso
error pensar que ellos “no saben nada”, o que podemos ocultarles aquello que
nos atormenta, o nos hace felices.
Hace poco, mi hija
de 11 años me hizo una pregunta muy concreta, una de esas “temidas” preguntas,
y realmente sentí que la única respuesta posible era la sinceridad, aun a
riesgo que no le gustara mi respuesta, sentí que tenía que jugarme el todo por
el todo con ella, y respondí con sinceridad a su pregunta…, ella aceptó mi
respuesta y yo me quité un mundo de sobre mis hombros, si algún día quiere
reprocharme algo con relación al tema, pues veremos cómo se encara…, un paso a
la vez, un día a la vez.
viernes, 1 de septiembre de 2017
LA SOLEDAD, ESA AMIGA A QUIEN TANTO EXTRAÑO
La última vez que
escribí el blog creo que fue para el 30 de julio, en realidad no lo recuerdo
bien, mi pobre blog está lleno de telarañas.
Pero lo que me
trae hoy es LA SOLEDAD, esa desconocida que atemoriza a tantos y habemos algunos
que la amamos con locura.
Hubo una época en
mi vida, quizá la más feliz de todas, en la que vivía sola en un apartamento
cerca del río, adoraba ese apartamentito, y la sensación de soledad tibia y
cariñosa que me abrazaba cada vez que entraba.
No era una ermitaña
salía mucho, tenía amigos, algunas noches dormía acompañada por alguien, pero
generalmente sola, adoraba estar sola.
Mis placeres eran
simples, leer, pintar, ver tele, sentarme en el balcón a tomarme un campari con
gancia o un whisky en las rocas con un pucho en el balcón.
Tengo una amiga,
la inefable y maravillosa Sonia Ortigoza, que vivía detrás del apartamento,
cuando yo llegaba del laburo le pagaba un grito por la ventana de la cocina y
solía venir a tomarse algo conmigo en el balcón.
En ésa época, los
celulares eran carísimos y poca gente los tenía, ya existía el internet por línea
telefónica pero era caro y lo usábamos sobre todo para mails y cosas de laburo.
No estábamos tan “conectados”
como lo estamos hoy, pero cuando “conectábamos” con alguien era en persona, y
teníamos tiempo `para pensar, meditar, o hacer lo que nos viniera en gana sin
el sonido ensordecedor de los mensajes de whatsapp, de la “conexión”
instantánea.
Recuero que los
domingos, me acostaba en el piso de la sala-comedor-cocina, del apartamento,
ponía algo de Enya o Kítaro y meditaba, podía estar horas enteras en mi mundo
interior, el timbre no sonaba, no llegaban mensajes inútiles al teléfono, no
había más ruido que la música y la respiración.
Aun hoy amo la
soledad, con locura, y la busco de manera desesperada, me despierto a las 4.30
de la mañana para poder disfrutar de una hora de soledad, soledad que no sirve
para meditar, sino para trabajar en soledad o ver alguna serie o leer algún
libro acompañado todo con café y pucho.
Lamentablemente
ya no me da la economía para el campari, el gancia y el chivas…, porque la nena
tenía gustos caros.
Me resulta
preocupante el temor paralizante que la gente joven siente con relación a la
soledad, pareciera que si no tienen el puto celular en la mano para oír música,
ver videos, enviar o recibir mensajes se fueran a morir. La gente sube al bus y
en lugar de mirar por las ventanillas y ver la ciudad, la gente, se enfrascan
en los aparatitos idiotizantes.
Adoro subir al
bus y dejarme llevar, disfrutar de ese rato, algunas veces corto y otros, un
poco largo de soledad absoluta, donde mi cerebro conversa consigo mismo y algunas veces no me doy cuenta y termino
conversando sola conmigo misma en voz alta y gesticulando como loca.
Me pasa lo mismo
cuando voy al súper, o a buscar al colegio a mi hija, mi cerebro se pone en
movimiento y las conversaciones de loca fluyen.
Tengo celular y
cuentas en las redes sociales, pero no vivo pendiente de él, considero que es
un elemento de trabajo y de comunicación con mis amigos que están lejos, me
gusta el café con charla y extraño con locura ir al Britania sola a tomarme una
cerveza de Alfons los días que casi no hay nadie más que aquellos habitués de
noches largas y que en el fondo son tan solitarios como yo.
Si bien soy una
persona súper sociable, amo la soledad, la disfruto, disfruto del silencio de
la madrugada, de esos momentos que no hay nadie en la casa y sólo se oye el
silencio, el ruido del viento, de la lluvia, esos momentos en que le doy rienda
suelta a la loca que vive dentro de mi cráneo.
Creo sinceramente
que la soledad está subvalorada, la gente la teme como si fuera la hidra con
sus nueve cabezas que se come lo que encuentra a su paso y no se percatan que
la soledad es lo mejor que le puede pasar a una persona, hacerse amiga de ella,
hacerse cómplice de la soledad es descubrir un mundo interior y exterior que
nadie puede tocar más que uno mismo.
Y bueno, eso
nomás quería yo decir, dejemos los celulares, las computadoras, las tablets a un lado y dediquemos tiempo a descubrirnos, conocernos
y amarnos a nosotros mismos, alejémonos del barullo, de la locura que produce
la hipercomunicación y descubramos ese mundo maravilloso, ancho y ajeno que
está dentro de cada uno de nosotros, no importa si la gente piensa que estamos
locos porque caminamos por la calle hablando solos, lo que importa es que nos comunicamos
con el extraño que vive dentro nuestro y eso es algo maravilloso.
lunes, 31 de julio de 2017
Reflexiones sobre la amistad
Buenos Días!!!!!
Después de mucho tiempo vuelvo a escribir este blog que lo tenía medio abandonado.
Ayer en Paraguay celebramos el "Día de la Amistad".
Ahora bien, ¿quienes son nuestros amigos?
¿Son nuestros amigos aquellos que no olvidan un cumpleaños; son nuestros amigos aquellos que nos envían un mensaje el día de la amistad; son esos que nos envían "el evangelio del día"; son los que nos envían cadenas y chistes; son aquellos que ríen con nosotros cuando las cosas van bien...?
¿O son esos que sin importar tiempo y espacio se acercan cuando la vida duele, los que ponen un plato de comida en la mesa para nuestros hijos cuando no tenemos nada; esos que son muleta, apoyo, silla de ruedas o cama de hospital según lo precisemos?
Son aquellos que abrazan con el corazón; que lloran con nosotros o nos secan las lágrimas si hace falta?
Los amigos son esos que conocen nuestros defectos y virtudes y sin embargo no juzgan ni condenan, son esos a quienes podes abrir tu corazón y tu mente y aunque vayas contracorriente van a seguir estando a tu lado; esa gente que no se avergüenza que pienses o vivas diferente que estés lleno de tatuajes, rastas o seas gay porque se tomaron el tiempo de conocerte, quererte y dar la importancia que merecen tus valores intrínsecos y no sólo lo que se ve a simple vista.
Los amigos de verdad son esas personas que saben que somos muchas cosas, tales como: artistas, cocineros, papá o mamá, divorciado, soltero, casado, gay, hetero, médico, fotografo, restaurador comerciante o lo que sea, pero saben también y muy especialmente que eso no te define.
Los amigos de verdad saben que lo que te define es que sos una persona con defectos y virtudes, que no es preciso estar de acuerdo en todo siempre para querernos, respetarnos y apoyarnos.
A todos mis amigos, esos que saben que no recuerdo ni mi cumpleaños y por ende tampoco los suyos, a esos que están en las duras y en las maduras...GRACIAS
Su AMIGA, MARI
...
Después de mucho tiempo vuelvo a escribir este blog que lo tenía medio abandonado.
Ayer en Paraguay celebramos el "Día de la Amistad".
Ahora bien, ¿quienes son nuestros amigos?
¿Son nuestros amigos aquellos que no olvidan un cumpleaños; son nuestros amigos aquellos que nos envían un mensaje el día de la amistad; son esos que nos envían "el evangelio del día"; son los que nos envían cadenas y chistes; son aquellos que ríen con nosotros cuando las cosas van bien...?
¿O son esos que sin importar tiempo y espacio se acercan cuando la vida duele, los que ponen un plato de comida en la mesa para nuestros hijos cuando no tenemos nada; esos que son muleta, apoyo, silla de ruedas o cama de hospital según lo precisemos?
Son aquellos que abrazan con el corazón; que lloran con nosotros o nos secan las lágrimas si hace falta?
Los amigos son esos que conocen nuestros defectos y virtudes y sin embargo no juzgan ni condenan, son esos a quienes podes abrir tu corazón y tu mente y aunque vayas contracorriente van a seguir estando a tu lado; esa gente que no se avergüenza que pienses o vivas diferente que estés lleno de tatuajes, rastas o seas gay porque se tomaron el tiempo de conocerte, quererte y dar la importancia que merecen tus valores intrínsecos y no sólo lo que se ve a simple vista.
Los amigos de verdad son esas personas que saben que somos muchas cosas, tales como: artistas, cocineros, papá o mamá, divorciado, soltero, casado, gay, hetero, médico, fotografo, restaurador comerciante o lo que sea, pero saben también y muy especialmente que eso no te define.
Los amigos de verdad saben que lo que te define es que sos una persona con defectos y virtudes, que no es preciso estar de acuerdo en todo siempre para querernos, respetarnos y apoyarnos.
A todos mis amigos, esos que saben que no recuerdo ni mi cumpleaños y por ende tampoco los suyos, a esos que están en las duras y en las maduras...GRACIAS
Su AMIGA, MARI
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