domingo, 24 de junio de 2012

Después de la teormenta del jueves y el viernes pasados

El jueves y el viernes de la semana pasada fueron días de tensión política, se fue Lugo, luego de un juicio político.
No escribo esto a favor ni en contra de Lugo, este señor no me cae especialmente bien, ni lo elegí yo; pero hago mías las palabras de mi amigo Edy Valiente: "‎...lo que no están entendiendo algunas personas es que la posición no es de defensa a Fernando Lugo, exclusivamente. Mi posición es la defensa de la democracia. Se inicio un proyecto y por haber tocado intereses demasiado poderosos, se ha cortado el proceso. Yo critico a Lugo un montón de cosas. Incluso hasta he caído en la decepción en algunas decisiones tomadas. Pero en lo que no voy a transigir es, en el respeto de la voluntad de la gente y el poder del voto popular. Prefiero mil veces un gobierno blando ante determinados sucesos, antes que un gobierno corrupto, maniobrero, fascista y déspota que trata de arrebatar mi voluntad.".
Ahora bien. lo que me preocupa, no es el cambio político; mi vida y la de la mayoría sigue igual, trabajando y llevando el pan a la mesa de nuestros hijos.
Lo que me preocupa son algunos comentarios que he visto en el Facebook, cosas que esencialmente significan, si no pensás como yo, borráme de tu lista de amigos.
Tengo muchos amigos, y muy queridos, familia inclusive, con quienes disiento política y religiosamente, ni hablemos de fútbol. Pero creo firmemente en que lo que nos hace crecer es justamente que somos diferentes y que vemos la vida de manera distinta y que en la diversidad de pensamiento se hace una unidad maravillosa.
No voy a borrar a nadie del Facebook, no voy a retirar a nadie mi amistad, puesto que yo elegí tenerlos a todos como amigos, porque los considero personas valiosas que enriquecen mi vida más allá de sus criterios políticos o religiosos. Si a alguien no le gusta mi manera de pensar que me elimine él o ella, a mi no me molesta que cada uno piense como quiera, es su derecho.
Con cada una de esas personas comparto algo, el amor por el arte, la amistad de nuestros hijos, los recuerdos de una infancia  feliz, una taza de café y una charla cuando estamos tristes, etc. y nada de éso tiene que ver con estar a favor o en contra de la destitución de un presidente.
Mi vida y la de la mayoría, como dije antes, sigue igual, luchando por el pan, por la educación de mis hijos y por ser una mejor persona cada día y en ese criterio educo a mis hijos, así como también, en el respeto por las opiniones de los demás.
Me preocupa la intolerancia, creo que, y la historia así lo demuestra, la intolerancia ha sido y es el motivo de guerras y matanzas. Pensar que sólo uno tiene la razón y los demás están equivocados a llevado a la humanidad a desmadres y miserias insostenibles.
La intolerancia política, religiosa, racial, o del tipo que más rabia te dé nos aleja y nos separa a unos de otros.
Estoy a favor de la paz, y en mi modesta opinión, la paz se construye, solamente, aceptando, respetando y siendo tolerantes.

domingo, 17 de junio de 2012

Don Celestino, Don Vicente y Emili..., los hombres que me enseñaron a ser persona

Después de unos días en los que la depresión doméstica me agarró con manos de tenaza y hoy todavía no me siento del todo bien anímicamente, me siento a escribir recordando a mi papá y a mis abuelos que ya no están.
Mi abuelo materno, don Celestino Bellassai, hijo de sicilianos, nacido en Paraguay entre una venida y otra de mis bisabuelos, era un tipo muy culto, tenía una biblioteca maravillosa y en ésa biblioteca y de su mano aprendí a amar la lectura, nos llevaba a mis hermanos y a mí de paseo y cuando llegábamos a algún lugar, el abuelito cantaba: "ya llegamos a Caacupé, ya llegamos a Caacupé!!", aunque llegáramos a cualquier parte.
Mi abuelito y mi abuelita eran farristas de alma, cuando se mudaron a al Barrio Sajonia y construyeron la casa donde fallecieron ambos, la hicieron pensando en la farra,  jardines inmensos y cocina cómoda y amplia, donde la abuelita amasaba fideos y bizcochitos de huevo, y unos salones enormes, donde entraba todo el mundo. En casa de el abuelito y la abuelita siempre había un plato para el visitante inesperado y un lugar en la mesa para todos. El abuelito tenía un corazón enorme y unos brazos muy largos con los que abrazaba y cobijaba a quien lo necesitara. Mis hermanos y yo pasamos mucho tiempo en su casa, recuerdo levantarme temprano y encontrarlos al abuelito y a la abuelita tomando mate. Yo adoraba pasar tiempo en su casa y especialmente en la biblioteca, donde algunas veces me sentaba mientras el abuelito escribía, no se qué, en la máquina de escribir..., y lo hacía con dos dedos a una velocidad impresionante.
Mi avi, o sea mi abuelo paterno, Don Vicente Aparici era un hombre paciente, casi, casi con sangre de pato,  se reía mucho y le encantaba cuidar el jardín, recuerdo que cuando podaba las plantas juntaba todas las hojas y las ponía bajo las piedras del caminero para que sirvieran de abono. La yaya, mi abuela paterna, era super rompe huevos con el avi, que creo que él se volvió sordo selectivo para no escucharle los plagueos a la yaya, pero no podían vivir el uno sin el otro. El avi iba a casa caminando por las tardes y cuando llegaba y estaban nuestros amigos, ellos le pedían al avi que les contara las historias de la Guerra Civil Española, jamás se negaba, adoraba tener publico a quien contar esas experiencias.
Mi papá, aaaaaaaaaaaaaaaaah, mi papá!!!, Don Emili era un personaje, dicen que me parezco mucho a él, y de hecho es así, hasta en el carácter. Papá era un tipo recto, honesto y justo, él y yo nos levábamos a las patadas y así y todo trabajamos juntos veintidós años.
Cuando eramos chicas, mi hermana y yo, íbamos de siesta a su cama y nos contaba cuentos hasta que mamá llegaba y nos sacaba carpiendo porque quería hacer la siesta. Papá tenía una batería de cuentos tradicionales e inventados con los que deleitó a hijos y nietos hasta que no pudo más.
De su calidad de pintor no voy a hablar porque todos lo conocen. Pero como jefe mío era terrible, no me perdonaba una, lo que les perdonaba a los empleados no me lo perdonaba a mi.
A papá le encantaban los chistes y mamá era su más ferviente espectadora y fan. En los últimos tiempos de su vida que ya tenía varias patologías, papá decía que tenía todo menos pié plano y no estaba lejos de la realidad.
Papá era agnóstico y muy crítico, él no podía entender como era el asunto de las cartas cuando yo las tiraba, y reconozco que yo mucho no entiendo, solo pasa, pero él quería explicaciones.
Me heredó su filosofía agnóstica y el amor por el arte de verdad.
Papá no entendía porque en este país las cosas se hacen "vaí, vaí", "así nomás". Papá decía que las cosas hay que hacerlas bien o mejor no hacerlas.
Papá adoraba comprar zapatos, llegó un momento que tenía tantos que no los usaba y que se habían endurecido que mamá los tuvo que tirar.
Estos son los hombres que me enseñaron a ser persona, a ser gente, a ser alguien.
GRACIAS A LOS TRES!!!!