lunes, 30 de julio de 2012

A pesar del dulce de zapallo..., gracias amigos por ser y estar

En Paraguay, hoy celebramos el Día de la Amistad, y si hago un repaso de mis 46 gorditos y rozagantes añitos veo que ha pasado mucha gente por ella y muchos a los que puedo llamar AMIGOS, no todos ellas siguen cerca mío pero a todos los recuerdo con cariño.
Crecí en un hogar donde los amigos eran bien recibidos siempre, la casa estaba llena de chicos todo el tiempo. Papá caía a comer con algún desamparado llegado de lejos y que no conocía a nadie con frecuencia   y mamá siempre recibía a cuanto personaje traíamos papá y nosotros con una sonrisa.
De esos recuerdos de amigos llegados de todas partes y los malabarismos que hacía mamá para dar de merendar a 20 pendejos salvajes que le caían todas las tardes en casa, recuerdo la historia del dulce de zapallo. Mamá ya no sabía que dar de merendar a esos adolescentes que le caían entre las 4 y las 6 de la tarde toooooooooooodas las tardes, y encontró en algún lugar una receta de dulce de zapallo. No me acuerdo si era rico o no, solo recuerdo que hizo un enorme frasco de 2 kg. de dulce, tardamos más o menos un mes el liquidar el bendito dulce de zapallo, la cara de nuestros amigos al eliminar del frasco la última gota del dulce de zapallo era un poema, ¡¡por fin se había acabado!!. Al día siguiente llegaron los mismos 20 chiquilines hambrientos a merendar esperando el pan, la manteca, el jamón y el queso acompañando el clásico café con leche, pero mamá, muy pícara que hizo???, sacó otro maravillosos frasco de 2 Kg. de dulce de zapallo!!!; los amigos desaparecieron por un tiempo con la esperanza, vana por cierto, que el dulce de zapallo se acabara solo por arte de magia, jejeje, no se acabó y tuvieron que comérselo con nosotros por otro mes más. Ni éso los desanimó, siguieron viniendo en tandas todas las tardes a merendar, jajaja.
Yo aspiro a que los amigos de mis hijos vengan a mi casa de la misma manera que venían los nuestros y trato que la casa esté siempre abierta para ellos aunque sin dulce de zapallo, no sea que mis hijos me obliguen a comérmelo yo, jajaja.
También mis amigos saben que la mesa de la cocina está siempre presta para recibirlos, que café siempre hay y cuando no hay, se ocupan de hace vaquita para que no falte.
En esta época de tecnología, de contactos del Facebook, de amigos virtuales, me gusta tener amigos reales, que pueda tocar, abrazar y sentir. Me gusta hacer un culto de la amistad., lo reconozco.
Dentro de ése espíritu, no tomo partidos en conflictos de nadie, me mantengo al margen y dejo que la gente arregle sus diferencias con quien corresponda.
Trato de tener la mente abierta, de aceptar a los demás, aunque a fuerza de ser sincera, hay veces que me cuesta conjugar el verbo aceptar.
Trato de respetar el pensar y sentir de los demás y no temer a las diferencias que nos hacen ser quienes somos.
Creo que para ser tu amigo no tengo, necesariamente, que pensar como vos, sólo tengo que aceptarte y respetarte.
Soy una persona bendecida, en momentos difÍciles no me han faltado ni me falta el plato de comida, al abrazo cariñoso y las palabras de consuelo.
Agradezco de corazón la confianza de aquellos que permiten a sus hijos venir a mi casa, y agradezco que se apoyen en mi si lo necesitan, puesto que me hace sentir que soy útil e importante.
POR TODO ESTO Y POR MUCHO MAS MUCHAS GRACIAS AMIGOS MIOS, SIN USTEDES MI VIDA SERÍA MUY DISTINTA

martes, 24 de julio de 2012

Reclamo las 8 horas de trabajo!!!

Hace 20 años si queríamos saber de alguien, íbamos a visitarlo o agarrábamos el teléfono de línea baja y nos tirábamos 45 minutos contándonos las últimas novedades de nuestras vidas.
Empezábamos a trabajar a las 8 de la mañana y a las 6 de la tarde cerrábamos el boliche, íbamos a casa y no nos acordábamos del trabajo hasta el día siguiente.
Después aparecieron los beepers, uno llamaba a una central y te enviaban un mensaje que respondías si quería o podías. Unos años después llenos de emoción dimos la bienvenida a los celulares y ahí empezamos a jodernos la vida.
Hoy los celulares tienen cámara fotográfica y de video, conexión a Internet y valen más que yo.
Hoy hay que estar conectado, hay que saberlo todo todo el tiempo. Las últimas noticias y las actividades de los amigos en el FB.
Hoy el trabajo no se acaba, cerraste el boliche, llegaste a tu casa y te llaman por pavadas que, realmente, podrían esperar a mañana.
Vas a una reunión y te preguntás que hace la mitad de la gente en ese lugar, ya que están con el dedo pegado al celular.
Con los últimos avances tecnológicos hemos ganado mantenernos en contacto con seres queridos que están lejos, conocer cosas que muchas veces nos costarían mucho dinero, han aparecido fuentes laborales maravillosas para trabajar sin salir de casa.
Lamentablemente también hemos perdido privacidad, intimidad y contacto personal real, hemos perdido la experiencia maravillosa de esperar al cartero que nos traiga una carta y enviar cartas escritas a mano con toda la energía que imprimimos en ellas cuando las escribimos.
Hoy se trabaja 24 horas al día, 7 días a la semana y 52 semanas al año. Hoy estamos conectados todo el tiempo, hemos perdido el respeto por el tiempo y el descanso del otro, total lo llamo a su celular.
Como nunca los niveles de stress y las enfermedades relacionadas con  él son moneda corriente y estando conectados todo el tiempo estamos más solos que nunca.
La tecnología pone en nuestras manos "comunicación" y información, pero hemos perdido el abrazo, la caricia, la sonrisa y el café con amigos. Hemos dejado de lado la charla amena y el descanso merecido. Ya la vida no es lenta y placentera, es acelerada, estresante, amarga y expuesta.
Hemos dejado de leer y de buscar información en las enciclopedias y diccionarios que duermen en las bibliotecas y que si tienen "fe de erratas", porque total google me pone la información, muchas veces falsa, en las manos a un click de distancia.
No estoy en contra de la tecnología, tengo celular,uno viejito que cumple con su función de llamar, recibir llamadas y enviar y recibir mensajes, no preciso más, cuesta cuatro mangos y nadie me va a matar por robármelo, es más es probable que el ladrón se apiade de mi y me de plata para comprarme uno más nuevo.
El correo, y el Facebook los reviso en la computadora cuando dispongo de tiempo y de ganas.
El teléfono si suena a las 10 de la noche en mi casa es porque pasó algo grave, a las 9 de la noche ya hemos bajado la cortina y nos vamos preparando para ir a dormir.
La tecnología en sí misma no es el problema, el problema somos nosotros que creemos, estúpidamente, que si estamos conectados todo el tiempo seremos más productivos, ganaremos más dinero y que es luego refashion saber todo de todos todo el tiempo y que los demás sepan luego todo de mi siempre.
Reclamo, a los gritos, mi derecho al horario de trabajo de 8 horas. Piensen cuanta gente lucho y se murió luchando por las 8 horas laborales y hoy nosotros, pobres imbéciles, nos estamos poniendo la soga al cuello solitos trabajando 24 horas porque pensamos que el mundo se va a parar si no lo hacemos.
Reclamo, a los gritos también, mi derecho a la intimidad, a la privacidad, al descanso, al silencio y al goce tranquilo con mi familia y amigos en tiempo real y con personas reales.
Reclamo mi derecho al café, al cigarrillo a las lágrimas y a las risas compartidas, a los abrazos y las sonrisas con mis amigas de cuerpo presente en la mesa de la cocina.
Renuncio a estar conectada 24 horas al día a algo que me produce stress y no me deja descansar, renuncio a saber todo de todos y que todos sepan todo de mi.
Yo solo quiero vivir en paz, como una persona normal.

jueves, 12 de julio de 2012

Del fanatismo y la condición de corderos

El domingo se jugó el clásico de fútbol Olimpia-Cerro, locura desatada y fanatismo a full, las calles estaban llenas de gente que celebraba, disparaba petardos, se peleaba y empuñaba armas. Después se escucharon por TV los comentarios poco felices de un dirigente futbolístico hablándole a otro.
Me aterra el fanatismo en cualquier área, la gente que piensa que un equipo de fútbol es mejor que otro y por éso se puede andar arengando a la gente a que haga barbaridades; la gente que concurre a una iglesia o grupo religioso y piensa que cualquier pensamiento diferente del suyo no vale nada y sólo ellos tienen la verdad. Personas que apoyan a un partido político sin cuestionar nada, sin pensar que, en ese partido político hay gente que roba a mansalva y que con su apoyo seguirán robando.
Se supone que vivimos en una época de comunicación, de acceso a la cultura como nunca antes, y sin embargo seguimos dejándonos arrastrar como corderos, seguimos permitiendo que nos digan como pensar y como debemos vivir.
Estoy leyendo un libro de Vargas Llosa sobre la vida de Paul Gauguin y admiro la manera, casi salvaje, que Paul Gauguin fue capaz de sacudirse los mandatos sociales de su época para ir a hacer lo que él quería, para vivir como le gustaba. Indudablemente se mandó unas cuantas cagadas y algunas enormes, pero hay que reconocerle la valentía de pensar por si mismo, de vivir como él quería y donde él quería. Cortó cadenas, cambió una vida cómoda por la locura y el desenfreno, no se dejó guiar por lo que otros decían.
No propongo tirar todo por la borda, como lo hizo Gauguin, pero sí mirar la vida con ojos propios, con criterio propio y obrar en consecuencia.
Considero que a estas alturas de mi vida, lo que me pueda decir un dirigente político, deportivo o religioso, tiene que pasar por el cedazo de mi criterio y analizar sin pasiones antes de tomar decisiones.
Tengo la obligación de culturizarme, de leer, y sobretodo, como dice Mario Benedetti, entrar en contacto con cosas que comprometan mi pensar. En una época, en la cual la información está al alcance de la mano, que no es más costosa que una conexión a Internet, no me puedo quedar con las palabras y los criterios de otro.
Soy madre de familia, tengo hijos a quienes tengo la obligación de enseñarles que, aunque sea menos cómodo pensar por si mismos, es necesariamente mejor que ser arrastrados por los intereses de los demás.
Aspiro a un mundo mejor, a  un mundo de personas libres donde cada uno piense, analice, respete y tolere sin fanatismos, sin las limitaciones que da la ignorancia. Aspiro a un mundo en el cual asumamos que la universidad no acorta orejas, sólo da un título universitario; un mundo donde los conocimientos y las capacidades reales no sean menos porque no estén avalados por un título universitario.
Conozco sicólogos, docentes y pedagogos que saben menos de sicología, docencia y pedagogía que cualquiera de mis amigas madres de familia. Personas fueron a la facultad y tienen un cartón colgado en la pared y sin embargo no aprendieron a pensar por si mismas, a analizar, a cuestionar y a sacar conclusiones propias.
Si no empezamos a enseñar a nuestros hijos a pensar, a no quedarse solamente con lo que un maestro, un pastor, catequista, sacerdote, político o dirigente deportivo les dice, nos iremos de este mundo sin haber aportado nada, dejándolo como lo encontramos y nuestra vida no habrá tenido sentido ninguno.