Hace 20 años yo escribía en el boletín de la Pastoral
Universitaria “El Puente”, bajo la dirección del Padre Rolando Schmidt,
capellán del campus universitario de la UCA, éramos un grupo bastante variopinto,
pero había un muchacho de Contables que se llamaba Ramón (no recuerdo su apellido en este momento), Moncho para los
amigos, Moncho era católico practicante, yo soy agnóstica, Moncho y yo teníamos
unas batallas campales en la oficina del Padre Rolando, cada vez que nos tocaba
escribir sobre el mismo tema desde diferentes ópticas, pero lo maravilloso de esto
es que cuando terminábamos las reuniones, salíamos abrazados y riendo felices
de ser amigos.
Camino todos los días con Fabiola que pertenece al Catecumenado,
Juana mi comadre, es catequista, Elda es
evangélica practicante, Montse es devota de María Auxiliadora, por poner algunos
ejemplos, si bien las diferencias en el pensar, que tengo con ellas son enormes,
ellas enriquecen mi vida, y me gusta pensar que yo enriquezco las de ellas,
¿será?.
Esta bueno pensar diferente, está bueno intercambiar
opiniones, está bueno ser amigos más allá de las diferencias, está bueno conversar
con personas que comprometan mi pensar, como dice Benedetti, porque son las
diferencias las que nos hacen crecer,
madurar y aprender.
El lema de “El Puente”, era “La unidad en la diversidad”,
creo que mientras el equipo que hacíamos el boletín existió, cumplimos con el
lema, éramos un grupo unido, nadie permitía que otro se refiriera con malas
palabras a ninguno del grupo, aunque dentro peleáramos con uñas y dientes entre
nosotros. Tampoco permitíamos que nuestras diferencias afectaran la amistad que
nos unía y de eso se trata ser buenas personas, como decía una amiga, de eso se
trata ser “gente”.
Necesito mucho para enojarme, soy de paciencia larga y
aprendí a no hacerme cargo de los enojos ajenos, así como aprendí a no tomar
partido y permitir que los problemas de los otros sean de los otros y a no
exigir fidelidades estúpidas.
Creo que cada uno tiene derecho a ser, hacer, creer, pensar
y decir lo que quiera. Cada cual tiene
derecho a opinar y no tengo obligación de gustar a nadie, así como nadie tiene
obligación de gustarme a mí.
Creo firmemente en la libertad del ser humano, creo en el
respeto y la tolerancia, creo en la capacidad que tenemos todos de reconocer
errores, pedir o no disculpas si así lo sentimos necesario y sobre todo creo
que no tengo porque enojarme si otro no piensa como yo, ejerce su libertad y
eso está bueno, muy bueno.
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