miércoles, 28 de marzo de 2012

Reflexiones sobre la vida y la muerte

Antes de ayer mi marido fue al velorio y al sepelio de la madre de un compañero de trabajo, volvió angustiado porque al ver el estado del cementerio, de los panteones sintió que después que uno se va ya no le importa a nadie. Por otro lado, un amigo, perdió la semana pasada a una querida amiga que ahí que me puse a reflexionar sobre la vida y la muerte.
 Comencemos por la vida.
Los últimos acontecimientos vividos por mi marido y mi amigo me llevan a convencerme, una vez más, que lo urgente quita tiempo a lo importante, que hace mucho que no invertimos tiempo en alimentar la plantita del amor y la amistad que nació hace muchos años.
La vida es demasiado corta y más corta se hace cuando invertimos tanto tiempo en hacer lo que debemos y tan poco tiempo en hacer lo que queremos y nos hace bien.
Hace cuanto que no nos juntamos con los amigos queridos, con la familia grande?, hace cuanto que no nos reímos como locos por alguna pavada?, hace cuanto que no nos damos un baño de alegría compartida con las personas que de verdad amamos?.
Mi marido me decía días atrás que yo estoy estancada, que no crezco, que retomo antiguas amistades y éso me hace ir para atrás. No comparto su opinión, creo que mi crecimiento se ha dado en un aspecto más espiritual y social que económico, y creo que la mayor parte del tiempo lo invertimos en tener y no en ser y compartir.
No quiero acabar mis días sola, no me molesta acabarla pobre, pero sola jamás. De allí es que renuncié a trabajar fuera de mi casa para estar más tiempo con los chicos, aunque éso signifique tener menos comodidades, aunque también significa poder tomar café con las amigas, aunque éso implique no tener un empleo y tener que pedir dinero para todo y me haya restado independencia.
Como decía mi amigo Hugo, estamos tan cerca y sin embargo pareciera que estamos muy lejos, pero de nosotros depende cambiar éso, juntémonos una vez al mes, aunque sea, hagamos catarsis, riamos y lloremos juntos, como antes y abracemos a nuestros hijos una vez al día y a los que amamos aunque sea una vez al mes.
Por otro lado está el tema de la muerte. Que pasa con nuestros huesitos cuando ya nos fuimos al otro barrio. Hace años que digo a mi familia que no quiero dar con mis huesos en un panteón o en un nicho, me parece horrible, claustrofóbico, además que de alguna manera la familia piensa que tiene que ir al cementerio a visitar a los huesitos. Mi papá falleció hace casi cuatro años, no fui nunca a verlo, a él lo tengo todo el tiempo conmigo, no necesito ir a ver un panteón horroroso.
Enganchando con este pensamiento expreso cuanto sigue, hijo de mil, suena a carta ejecutiva, jajajaja; quiero que me cremen y que las cenizas se coloquen el alguna plantera grande donde se planten plantas con flores bonitas y quedarme en casa de mis hijos, que cada vez que vena a la planta florecer recuerden los momentos bellos vividos conmigo, que no tengan que ir a un cementerio por "obligación".
No tengo miedo a la muerte, la mía, preferiría que venga tarde, cuando mis hijos sean grandes y me precisen lo menos posible, a más de éso estoy preparada.
Además considero que lo que queda, tiene que servir para algo: a los 22 años doné mis córneas a la Fundación Fernando Oca del Valle, mi familia sabe, y si no se enteraron se enteraran ahora, que deseo que se donen todos mis órganos utilizables, porque irme al pedo, así nomas sin dejar nada, como que no tiene mucha gracia, quiero que cuando me vaya hayan muchos beneficiados.
La muerte es un tema del cual, en nuestra cultura, se habla poco a nivel familiar, es un tema que no se toca en primera persona, como si a mi no me fuera a pasar, me voy a morir en algún momento como todo ser vivo, y mejor que lo asuma lo antes posible y disponga desde ya cuales son mis últimos deseos. 
No creo ser tétrica, creo que simplemente enfrento a cara limpia lo que, dentro de muuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuchos años inexorablemente va a acontecer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario