viernes, 9 de diciembre de 2011

Caluroso viernes de compras por el Mercado 4

Amaneció fresco, casi, casi agradable, pero fue desmejorando con las horas..., el calor.
Me levanté, me arreglé, agarré changuito y fui al mercado 4 en omnibus, bajo del bus con changuito en mano y camino media cuadra esquivando carretilleros, bolsas de naranjas y autos que pasaban por la calle Perú volando bajo, porque, obviamente, la vereda está ocupada por verduleros, mesiteros, vendedores de huevos y todo aquello que uno pueda imaginar.
Llego a la calle de las verduras del mercado, porque como todos sabemos, las verduras se venden en la calle colindando con los zapatos, las ropas, las chucherías para el cabello y la cosa brujeril, ahí voy yo tratando de no lastimar a nadie con el changuito, en tanto cuido el celu y la billetera que tengo en el bolsillo del pantalón y pregunto precios: "¿a cuanto tu locote, mamita..., el ajo?", "quiero 6 cabezas, no dame 8 berenjenas, tienen que hacer un kilo" y así sigue.
Terminada la compra, camino, una vez más, tratando de llegar a la parada sin morir en el intento, literalmente. Allí le hago la parada a 3 omnibus, que, como me ven con el changuito, pasan olímpicamente de largo, el cuarto, generosamente me para y me permite subir. Pero maravilla, maravilla, ¡tiene molinete! y ahí la veas a la Mari haciendo malabarismos para pasar a los asientos con su humanidad y changuito cargado...., paso, pasé!.
Intentando no dañar a nadie con el diabólico changuito, que a estas alturas del campeonato ya lo tengo entre ceja y ceja, avanzo penosamente, cual borracha de domingo, por el pasillo del bus, al final llego a un asiento vacío y me derramo en él, cuidando de no lastimar a nadie con el aparato transportador de compra.
Se acerca mi parada, me levanto y, arrastrando el asunto ése, llego a la puerta trasera donde, sorpresa feliz!, ¡¡hay otro molinete!!, tengo ganas de gritar todo el rosario de groserías que aprendí a lo largo de mi vida, pero el chofer no tiene la culpa y me callo; ahí nomás, vuelta a hacer acrobacias y malabares para pasar el puto molinete y bajar por la altísima y minúscula escalerilla del bus sin romperme ningún hueso.
Llego a casa con ganas de matar gente, me tomo un café, me fumo un pucho y sigo con mi vida..., ¿¡qué otra me queda!?

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