martes, 8 de noviembre de 2011

Etiquetas

En esos días que no tengo nada que leer más que las líneas de mi mano y, seamos honestos, la quiromancia no es mi fuerte, no entiendo nada, paso a rebuscarme en la biblioteca algún libro que hace ya mucho que no leo, y encontré "Amor" de Leo Buscaglia.
Leyéndolo me topé con el tema de las etiquetas, dice Leo Buscaglia que etiquetamos a la gente, lo cual es cierto: "judío", "indio", "negro", "comunista", "banda", "trolo".
Através de los años ciertas etiquetas sirvieron para crear fantasmas sociales, hace 70 años, fueron los judíos los perseguidos y victimizados, lo que derivó entre otros motivos a la segunda guerra mundial; en los sesenta y setenta fueron los comunistas, hoy el objeto de nustras etiquetas y en muchos casos desprecio son los homosexuales, a quienes peyorativamente llamamos "trolos".
Como dice Leo Buscaglia, nos conformamos con pegar la etiqueta sin tomarnos el trabajo de tratar de conocer a la persona.
Tenemos la tonta idea que un aspecto de nuestra persona nos define, cuando no es así, todos somos muchas cosas. Pienso ¿que me definiría? si dijeramos Mari es madre, estaría incompleta la definición; si dijeramos Mari es publicista, seguiría estando incompleta, ademas de pasada de tiempo; podríamos decir Mari es la esposa de su marido, si, pero no es sólo éso; Mari es ama de casa, la definición sigue estando incompleta; podríamos decir es heterosexual, pero sólo es un aspecto mínimo de mi persona o podríamos decir Mari es agnóstica, lo cual es sólo una faceta de mi manera de pensar. Entónces..., ¿qué soy?, soy todo lo antes mencionado, pero soy mucho más, soy mujer, soy persona, soy cocinera, soy amiga, soy hermana, soy hija, y siento que aún no termino de definirme.
Cuando pensamos en Leonard Bernstein, lo definimos como uno de los grandes directores de orquesta del mundo y dejamos su condición de judío de lado; cuando pensamos en Oscar Wilde, recordamos sus multiples obras literarios y no lo definimos como homosexual; cuando hablamos de Martin Luther King, recordamos su aporte a la humanidad y el color de su piel deja de tener valor de definición.
Las etiquetas nos separan de las personas, alejan a los seres humanos unos de otros, cuando etiquetamos a alguien ponemos una distancia inmensa entre el otro y yo, a la vez que ponemos en relieve cuan intolerantes somos con aquellos que no piensan, no viven o no creen en lo que yo creo.
¿Quien soy yo para juzgar la vida del otro?, en realidad no soy nadie, yo tengo tantos defectos y virtudes como aquel a quien con tanta dureza estoy juzgando.
Quiero que mis hijos crezcan sin prejuicios, quiero que sean inclusivos, quiero que nada los separe de otros seres humanos y creo que ésto no se logra desde una religión, creo que esto se logra desde la limpieza diaria de la mente y el alma, analizando nuestra conducta y aprendiendo de los errores para no trasmitirselos a nuestros hijos.
Uno de los diez mandamientos dice: "Amar al prójimo como a ti mismo", ¿podemos dejar de lado los prejuicios, los preconceptos y abrirnos a las personas, aceptarlas tal cual son, sin cuestionar: raza, religion, condicion sexual u opción política?.
Dejo la pregunta flotando y espero que alguien en algún momento lea ésto y me de su opinion.
Que tengan buen día

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